Ve y Haz Tu lo Mismo-15o Domingo Ordinario Ciclo C – La Palabra Contemplada

buen samaritano

En este domingo nuestro Dios nos invita a reflexionar en su ley expresada en las Sagradas Escrituras que Jesús nos interpreta definitivamente de manera misericordiosa con la parabola del Buen Samaritano y nos dice “ve, y haz tu lo mismo.”

“Escucha la voz del Señor, tu Dios, que te manda guardar sus mandamientos” – Deuteronomio 3:10

En la primera lectura de este domingo, tomada del libro del Deuteronomio, escuchamos palabras de aliento para el pueblo, para no desanimarse en el cumplimiento de la ley de Dios. Quizás después de tantas caídas y tanto pecado del pueblo era fácil el darse por vencido. Son palabras dirigidas hacia el final de la travesía por el desierto, donde Moisés les presagia que por su desobediencia vendría el destierro. Pero vendrían los días donde el pueblo se convertiría con todo el corazón y con toda el alma, y escucharía la voz del Señor. En nosotros se han cumplido estas palabras, pues con la venida de Jesucristo se ha inscrito en nuestros corazones una nueva alianza. En la vida de gracia traída por Jesucristo son muy ciertas las palabras del patriarca cuando nos dice que estos mandamientos no son superiores a nuestras fuerzas. Este es el mismo sentimiento que San Pablo expresa en su 1 Carta a los Corintios: “Y fiel es Dios que no permitirá sean tentados sobre sus fuerzas. Antes bien, con la tentación, les dará modo de poderla resistir con éxito.” Es posible ahora vencer la tentación y seguir la voluntad de Dios. Pidamos por la ayuda de su gracia para ser fieles a Dios en nuestro caminar.

“Él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia.”


La segunda lectura nos presente este sublime himno cristológico de la Carta a los Colosenses. De manera poética este pasaje nos enseña las verdades mas grandes sobre nuestra fe en Jesucristo. Jesús hace presente al Padre, la creación fue realizada en él, en su ser es anterior a todo, es pre-existente, es la cabeza de la Iglesia, su Resurrección presagia y hace posible la nuestra, por su sangre trae la paz y reconciliación al mundo. En su Encarnación Jesucristo nos ha revelado al Padre, de manera que Jesús puede declarar “El que me ha visto a mi, ha visto al Padre”(Jn 14:9). Este pasaje defiende la divinidad de nuestro Señor Jesucristo al declararlo pre-existente a todo. El fue engendrado por el Padre desde toda la eternidad. El error de Ario proclamaba que “hubo un tiempo en que no existía.” Se declara la divinidad en el hecho de que todo lo creado tiene es contingente en él, o sea, todo lo que existe depende de Jesucristo para su existencia. No podemos dejar de mencionar la misión de Jesús expresada aquí como la reconciliación. Jesucristo con su muerte nos trae el perdón de los pecados, abriendo la posibilidad de la reconciliación del hombre con Dios.

“Anda y haz tú lo mismo” – Lucas 10:37


En el evangelio vemos una pregunta que muchas veces nos hacemos: ¿qué tengo que hacer para tener la herencia eterna? La respuesta de Jesús es recordarle al maestro de la ley, lo que ya sabe, lo que está escrito en la ley. El maestro de la ley, como es de esperarse, responde acertadamente, pero tiene una pregunta adicional: “¿quién es mi prójimo?” Frecuentemente me encuentro con un sentimiento similar cuando estoy en las parroquias enseñando temas, sobre todo tocante a la misa, o el pecado. La gente sabe la importancia de ir a misa, pero igualmente se preguntan “¿cuenta la misa si llego después de la oración inicial?” “¿qué tal si llego después de la primera (o la segunda lectura, o el evangelio)”? Con el pecado es lo mismo: “¿es pecado hacer x, y o z?” Sabemos que esta mal el pecar, pero buscamos ver hasta donde podemos llegar antes de ofender a Dios. Contrasta esta actitud con la actitud que tienes hacia alguien a quien amas. Con tus hijos no te preguntas ¿qué tan poco les puedo dar de almuerzo antes de que enfermen? No haces esto, ¿verdad? Para mostrarnos la manera en que debemos amar, Jesús les cuenta la parábola del buen samaritano, parábola que nos demuestra el amor misericordioso de Dios. El hombre asaltado es la humanidad herida por el pecado, mientras que Jesús es ese quien nos recoge y tiende a nuestras heridas, dejándonos encargados del posadero que es el seno de la Iglesia. En este domingo nuestro Dios nos invita a reflexionar en su ley expresada en las Sagradas Escrituras que Jesús nos interpreta definitivamente de manera misericordiosa y nos dice “ve, y haz tu lo mismo.”

 

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