Solemnidad de la Ascención

En este domingo celebramos con gozo la Ascensión de nuestro Señor Jesús. Aquel que bajó del cielo y se encarnó entre nosotros regresa ahora al Padre. Con su muerte, Jesús fue elevado en una cruz, presagiando ya su Ascensión al cielo. Jesús mismo nos anticipa este evento, cuando nos dijo: “Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Juan 12:32).

El evangelio de este domingo de la Ascención del Señor nos da los últimos versículos del Evangelio de Lucas, empezando con la afirmación de Jesús: el Mesías tenía que sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día. El Mesías tenia que sufrir, y es lo mismo para sus seguidores. Jesús no nos prometió una vida llena de abundancia y de placeres terrenales; ¡cuidado con los que predican este “evangelio” falso! La plenitud de vida que Jesús nos prometió no es una vida carente de problemas, sino una vida donde reconocemos y seguimos la voluntad de Dios dirigiendo nuestra vida, aun en medio de estos problemas.
Otra cosa que la Ascensión nos recuerda es que no somos ciudadanos de este mundo. Si vivimos con sufrimientos, esto pasará algún día, cuando Dios enjugue nuestras lágrimas y nos lleve a la ciudad santa, la Nueva Jerusalén celestial. Si vivimos en comodidad, en medio de riquezas y lujos, ¡también esto pasará! Nuestro estado aquí es pasajero, nuestro destino final nos lo muestra Jesús con su Ascensión. Oremos fervientemente esta semana para que Dios derrame su Santo Espíritu sobre nosotros para abrir nuestros ojos y darnos la fe que Jesús murió por nosotros y nuestro destino está en el cielo, unidos con nuestro Dios eternamente.

Que esta fiesta sea un recuerdo del glorioso destino que nos espera a los que vivimos unidos en Cristo.

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