Solemnidad de Corpus Christi

“Entonces Melquisedec, rey de Salem, presentó pan y vino, pues era sacerdote del Dios Altísimo.” – Genesis 14:18

La ofrenda del pan y el vino por el sacerdote Melquisedec que vemos en la primera lectura de este domingo es una prefiguración del sacrificio que nuestro sumo sacerdote Jesucristo realizaría por nosotros. El plan de nuestra salvación fue trazado por Dios desde antiguo. Así como el pecado entró al mundo con nuestros primeros padres comiendo del fruto prohibido, la redención también se da por medio de una comida, la Eucaristía, donde Jesús se nos da como alimento celestial. Así como Dios salvó a su pueblo de Egipto en el Éxodo, y les dio el maná, Jesús es también nuestro pan de vida bajado del cielo. La Cena Pascual inaugura la salida de la esclavitud, y con la Eucaristía también Dios nos da la salvación. La Eucaristía es fuente de toda gracia que tiene la Iglesia, y el punto alto de nuestra vida de fe. Con esta fiesta la Iglesia nos invita a profundizar nuestra fe en este gran misterio de nuestra fe, la Presencia Real de Jesucristo en un trozo de pan, que deja de ser pan para convertirse en su Cuerpo y su Sangre. Que Dios nos conceda la gracia de reconocer con fe su presencia en la Eucaristía de manera cada vez más intensa.


“Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía.” – 1 Corintios 11:24


La tradición del establecimiento de la Eucaristía por nuestro Señor Jesús está presente no sólo en los evangelios sinópticos, sino también en los escritos de San Pablo. En la segunda lectura de este domingo del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, oímos que San Pablo nos entrega esta tradición que no es invento suyo, sino que es enseñanza transmitida por los apóstoles. San Pablo nos comparte que el Señor en la noche de su Pasión bendijo el pan y el vino pronunciando las palabras que oímos en cada misa: “esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía.” El hecho que estas palabras de la institución de la Eucaristía hayan quedado grabadas por tantos testigos nos hablan de su gran importancia como testamento proveniente de nuestro Señor. En la Eucaristía recibimos el cuerpo que Jesús entregó por nosotros en la cruz. Con el mandamiento “hagan esto en memoria mía” Jesús nos expresa su deseo de conmemorar y renovar su sacrificio en la Iglesia, hasta su segunda venida. Que esta fiesta nos lleve a renovar nuestro compromiso de entregarnos a Dios, así como Él se entregó por nosotros.

“Tomó entonces los cinco panes y los dos peces y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición.” – Lucas 9:16


En el pasaje elegido para el evangelio de este domingo que celebramos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, la Iglesia nos muestra la multiplicación de los panes de acuerdo al evangelista Lucas. Lucas en su versión de la multiplicación de los panes tiene un cierto énfasis en la falta de fe de los discípulos. Al caer la tarde, ellos le piden a Jesús que despida a la gente. Jesús que se preocupaba por enseñar y sanar a la gente tenía como misión el reunir al pueblo de Dios en un sólo rebaño. Jesús siempre pidió por la unidad de los creyentes, y lo que piden los discípulos es contrario a esta misión. La Iglesia siempre ha interpretado este evento como un anticipo de la Eucaristía. También hoy Jesús nos pide la fe para confiar que él puede suplir todas nuestras necesidades. Él nos pide, y necesita de nuestro esfuerzo para obrar el milagro. Él requiere de nuestros pobres panes y peces para actuar grandemente en nuestras vidas. En estos días que celebramos esta solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, oremos para que con su gracia podamos confiar que solamente Dios puede saciar el hambre y la sed que sentimos.

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