Reflexion 30o Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C

Una vez mas les compartimos una breve reflexion para prepararnos al encuentro con Jesucristo en la Eucaristia!

 

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Las lecturas de este domingo continúan de cierta forma tratando del mismo tema de la oración.  De hecho la primera lectura es un reverso el evangelio del domingo pasado donde veíamos a un juez injusto  que favorecía a la mujer insistente, con tal de quitársela de encima.  En esta lectura tomada del libro de Siracides habla de Dios como un juez que es justo, que no se deja llevar por apariencias, que escucha a los pobres y cuida de los huérfanos y de las viudas.  Y tener un Dios así es causa de alegría, causa de esperanza: los hombres podrán ser malos, pero Dios es un Dios justo, que favorece a los débiles y a los desamparados.  Nos dice este texto que Dios no desprecia a los pobres: y es que nuestro Dios es un Dios que favorece a los pobres: por eso nosotros debemos ser así.  Como nos enseña la Iglesia, debemos tener una opción preferencial para los pobres.  Ese es el mensaje de grandes santos de la Iglesia como el Arzobispo Romero, que murió precisamente por proclamar este ideal-Juan Pablo II igualmente proclamaba esto- y en nuestros días el papa Francisco por igual nos recuerda que la iglesia debe ser pobre para los pobres.

El salmo de este domingo nos habla del resultado de vivir en oración: para el que vive en oración, el Señor no vive lejos, el que vive en oración vive en Dios y Dios en él.

La segunda lectura viene del final de la segunda carta a Timoteo.  En esta lectura Pablo ve en perspectiva su ministerio, su carrera diciendo “He luchado bien en el combate, he corrido hasta la meta, he perseverado en la fe.”  Cuantos de nosotros podemos decir esto de nuestra vida de fe? Cuantos nos le hemos puesto el mismo empeño para conocer y amar a Dios como el que ponemos para ganar dinero?  San Pablo se refiere  a su ministerio como el “buen combate”-porque esto es lo único que vale la pena-las demás luchas son fútiles, no nos llevan a la eternidad con Dios.  San Pablo mira hacia el pasado cuando  todos le habían abandonado, todos, menos Dios, porque el Señor “estuvo a mi lado y me dio fuerzas”.  Así es para los que conocen a Dios-no hay pena tan enorme que no se pueda superar con Dios, que siempre está cerca de sus fieles.

En el evangelio vemos una parábola bien conocida: la del fariseo que se las daba de santo (y no lo era) y el publicano que se humilla, reconoce que es pecador, y es justificado ante Dios.  Un poco de información de trasfondo para entender bien la parábola: quienes eran los fariseos? Y quienes eran los publicanos?  Los fariseos eran un grupo de judíos para quienes la justificación  (el estar bien con Dios) se realizaba a través de un seguimiento exacto de la ley.  No solamente los 10 mandamientos, sino los más de 600 preceptos del conjunto de leyes judías.  No solamente aspiraban ellos a seguir la ley al pie de la letra, sino que pretendían imponer este ideal para todas las personas.  Jesús  tiene muchos conflictos con los fariseos porque el viene a corregir muchos de los abusos que habían resultado al darle un énfasis exagerado a la ley-Cuando se sobre-enfatiza la ley se pierde la misericordia-Jesús corrige esto y nos dice: la ley se hizo para servir al hombre, no el hombre para servir a la ley!  En otras palabras, la ley la había dado Dios para ayudar a la humanidad a guiarse hacia Dios, no para que se volviera una carga.  San Pablo tiene mucho que decir acerca de esto en la carta a los Gálatas.  Los publicanos, por el otro lado, eran judíos que eran considerados como pecadores e impuros puesto que se habían asociado con los romanos para recoger impuestos.

Cuantos de nosotros no nos hemos puesto en el lugar del Fariseo?  Pretendiendo que agrada a Dios nuestro ir a misa, nuestros pocos rezos, nuestra supuesta Sabiduria?  Para los que nos hemos creído ser santos Jesús nos dice las palabras del profeta Oseas: vayan y aprendan lo que significa “misericordia quiero y no sacrificios”.  No porque los sacrificios hayan sido algo malo, o porque nuestro ir a misa o rezar o saber de Dios es malo… lo que necesitamos es poner las cosas en su lugar: no estamos bien con Dios por hacer estas cosas-hacemos estas cosas como fruto de una disposición interior – de nada nos sirven estas obras si no amamos a Dios y lo demostramos amando a los demás!  En esta semana Dios nos invita a reconocer con humildad  nuestras faltas y abrir nuestro corazón para exclamar con el publicano “Dios mío, apiádate de mí que soy pecador”  y él nos promete estar siempre con nosotros– que así sea.

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