¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego?-8o. Domingo Ordinario

la cruz nos guia

“Al agitar el cernidor, aparecen las basuras; en la discusión aparecen los defectos del hombre.” Eclesiástico 27-4

La primera lectura de este octavo domingo del tiempo ordinario hacer referencia a varios tipos de pruebas. La mejor medida del carácter de alguien es ver cómo responde ante las pruebas. Así como al agitar el colador quedan en él las basuras no deseadas, al probar a alguien en su manera de hablar se descubren sus defectos. Nuestras palabras revelan el interior de nuestro corazón, y dejan al descubierto nuestro pensar, o nuestra falta de pensar. Así como el fuego pone a prueba la calidad de la vasija de barro, así el consejo del hombre demuestra su entereza. Finalmente, así como el fruto del árbol revela la calidad del mismo, las acciones del hombre nos dicen si el hombre es malo o bueno. Ya sabemos de parte de Jesucristo su opinión sobre lo que se tiene que hacer con un árbol que no brinda buenos frutos: hay que cortarlo. De la misma manera, Dios cortará de su presencia a aquél que por su maldad no haya dado frutos de conversión. Que Dios nos dé el discernimiento para poder evaluar las palabras y acciones de las personas, para aprender de ellas si son buenas, o llamarlas a la conversión si no llegan a la medida de Dios.

¡Qué bueno es darte gracias, Señor! Salmo – (cf. 91:2a)

La gratitud del ser humano es una disposición que agrada a Dios, y este domingo el salmista nos repite este mensaje: “¡Qué bueno es darte gracias, Dios altísimo.” De acuerdo a la introducción al salmo, este himno de agradecimiento es para realizarse durante el sábado, el día original del Señor. El salmista da gracias a Dios en canto, usando instrumentos musicales, buscando la mejor manera de ofrecer su alabanza a Dios. El salmista nos describe la manera en que el justo prospera: alto como una palma, fuerte como un cedro. Así sucede con los que creen en Dios – cada vez se parecen más a Él. En unos versículos no incluidos en la liturgia, el salmista nos describe al malvado también floreciendo, pero no de manera majestuosa como el bueno, sino de una manera burda, como la hierba. Esta hierba solo estorba, erosionando el suelo y trayendo malestar a la tierra. El justo, sin embargo, es fuente de abundante fruto, aun en su vejez, como nos dice el salmista. Que el Señor nos conceda en su gracia el tener siempre una actitud de agradecimiento en nuestro corazón, reconociendo la grandeza de sus obras.

 

“¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?” – 1 Corintios 15:55

La Resurrección de Jesús es el centro de la esperanza cristiana, y san Pablo se ocupó de predicar y explicar su magnitud. En la segunda lectura de los últimos tres domingos la Iglesia nos ha presentado para nuestra reflexión, edificación, y crecimiento en la fe pasajes tomados del capitulo 15 de la Primera Carta a los Corintios. En este capítulo Pablo defiende el evento de la Resurrección como algo comprobable por el hecho del testimonio de los discípulos de Jesús, y muchas personas más. Por eso él, y los demás discípulos predican a Jesús resucitado. En este domingo, su enseñanza sobre la resurrección llega a su cúlmen. La Resurrección implica una transformación. Por la Resurrección de Cristo, el ser humano tiene la esperanza de la vida eterna. La naturaleza humana comparte de la incorruptibilidad de Cristo. La muerte ha sido vencida por Cristo, y no tiene la última palabra sobre nosotros. Esta esperanza nos da el aliento para seguir adelante en la vida, a pesar de toda prueba. Reforzados en la fe, Pablo nos exhorta a estar firmes y siempre progresando en la obra del Señor. Que Dios por su gracia nos conceda el mantenernos seguros en nuestra fe.

“¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego?” – Lucas 6:39

El texto del evangelio de este domingo forma parte del mensaje de las Bienaventuranzas que escuchamos la semana pasada. Como tal, debemos considerarlo como parte de la enseñanzas que Jesús quiere sean formativas para todos aquellos que se decidan a seguirlo. Nosotros que tenemos la gracia de conocer a Jesús, e incluso nos consideramos sus discípulos, estamos llamados a guiar a otros hacia Jesús. La advertencia de Jesús de como un ciego no puede guiar a otro ciego quizás esté ligada a la advertencia que oímos la semana pasada: “no juzgen, y no serán juzgados.” No podemos estar cegados por nuestras propias faltas. Jesús nos dice “¿Cómo es que miras la astilla que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?” El pecado en el que vivimos muchas veces nubla nuestro entendimiento, y no podemos ver la luz que Jesucristo nos da. Hay que pedirle a Dios que purifique nuestro corazón para que podamos ver claramente el camino que Él nos tiene trazado. La siguiente admonición “No está el discípulo por encima del maestro” sería una advertencia de cuidarse de aquellos falsos maestros, que en su vanidad inventan doctrinas, por querer estar “encima del maestro.” Jesús nos ha dejado su enseñanza en su Palabra, Palabra que es viva y se manifiesta también por la enseñanza de la Iglesia. Que nuestro Señor nos conceda la humildad de llamar a otros a Él en humildad y obediencia.

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