Nadie es profeta en su propia tierra-14o. Domingo Ordinario

La primera lectura, nos recuerda la paciencia de Dios, que aun después de haber llamado a una nación como suya, de haberla salvado de la esclavitud, de haberle guiado hacia la Tierra Prometida, se rebelaba una y otra vez. Por eso aquí Dios la llama nación rebelde. Este pasaje nos demuestra la paciencia de Dios, ya que en este momento tan critico, tan obscuro, tan triste del pueblo de Israel que es el exilio, Dios no los abandona, y llama al profeta Ezequiel a recordarle al pueblo que aun hay esperanza. Nuestro Dios es Dios fiel, como nos dice la lectura, ya si el pueblo escucha o no, tendrán por seguro que en Ezequiel tienen a un profeta de Dios, enviado a darles aliento y esperanza en esta hora de exilio. Este mensaje de aliento y esperanza es para ti y para mi también el día de hoy. Cuando parece que ya nadie cree en Dios, cuando parece que el diablo está desatado en la sociedad, con tanto crimen y con tanto odio a nuestro alrededor, Dios también nos dice, les he enviado a mi hijo Jesucristo a salvarlos. ¿Qué mas grande prueba de su amor necesitamos? Nuestro Dios nos ama, y tenemos asegurada la victoria final. Esta hora de oscuridad en la que estamos son los últimos respiros de un enemigo que se sabe derrotado.
En la segunda lectura, tomada de la Segunda Carta a los Corintios, vemos un episodio bastante humano de la vida de San Pablo. Nosotros a veces nos imaginamos a los santos como personas “mas que humanas” que ya no padecen dolor o tentación. Como podemos ver, eso no es ser santo. Ser santo es orar y ponerlo todo en manos del Señor que nos dice: “mi gracia te basta.” Ser santo es confiar en Dios y apegarnos a su voluntad, no sólo cuando nos gusta y se nos hace fácil, sino también en los momentos difíciles. Muchas veces sufrimos diferentes padecimientos para enseñarnos a ser humildes, y no caer en la mentira de pensar que lo bueno que hacemos lo hacemos por nuestras propias fuerzas. Este pasaje nos enseña a reconocer nuestras debilidades, y a entregárselas a Dios, que actúa por nosotros, aun entre nuestras flaquezas.
La lectura del evangelio de este domingo, cuando la ligamos con las lecturas de los dos últimos domingos, nos ofrece una interesante trama. Mientras que en los dos domingos pasados vimos el poder de Jesús calmando la tormenta y sanando a la mujer con el flujo de sangre y restaurando a la hija del jefe de la sinagoga; en este episodio, debido a la incredulidad de la gente, Jesús no puede realizar milagro alguno. La familiaridad que tienen los habitantes de Nazaret con Jesús, quien había crecido ahí, les impide ver la realidad de con quien están tratando. Como Jesús les contesta, los profetas solamente en su región carecen de reconocimiento y honor. En el Antiguo Testamento podemos ver profetas como Elías, Jeremías, y muchos otros, son recibidos de peor manera en su región que en otros lugares. No creo que nosotros tengamos la conciencia limpia como para juzgar este comportamiento. Nosotros hacemos lo mismo con personas que conocemos y que conocemos sus fallas, personas de origen humilde que rechazamos como si este origen fuera el final de sus historias.
Para que Dios actue en nuestras vidas se requiere nuestra fe. Reflexiona un momento en esta paradoja: el Dios omnipotente y todopoderoso no puede actuar en tu vida, si no lo invitas. En este proceso que es nuestra conversión hacia Dios, se requiere nuestro si. ¡Dios no nos puede forzar a amarlo! Hermanos y hermanas que me escuchan, si Dios está actuando en tu vida, -¡testifícalo! Tu testimonio fortalece la fe de los hermanos a tu alrededor, y puede llevar a alguien al umbral de la fe en Cristo. Si sientes que Dios no está actuando en tu vida, hay que tomar un momento para reflexionar nuestra vida y ver como esta de salud nuestra fe. ¿Esta puesta nuestra fe en el Jesús resucitado que vemos en las Escrituras?, ¿o esta puesta nuestra fe en un Jesús de nuestra propia imaginación? Muchas veces debemos purificar nuestra imagen de Dios para que no se vuelva un dios a nuestra imagen y semejanza. En esta semana, oremos para poder ver a Jesús con ojos de fe, una fe que nos lleve a proclamar a Jesús como salvador y Señor nuestro.
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