El Señor les dió pan del cielo-18o. Domingo Tiempo Ordinario

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En las lecturas de este domingo, la liturgia de la Iglesia continua presentándonos a un Dios amoroso, que provee por su pueblo.
La primera lectura comienza con la queja del pueblo: «¡Ojalá hubiéramos muerto a manos de Yahvé en el país de Egipto cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea.» ¡Que pronto se olvidaron de los grandes signos realizados por el Señor, demostrando la fuerza de su brazo, humillando a los egipcios! El hambre hace que los hebreos añoren el estado de esclavitud, sin realizar que necesitan la libertad para adorar a Dios propiamente. Que no nos pase a nosotros el caer en la ingratitud. Son tantas las razones que tenemos para alabar y dar gracias a Dios, de día y de noche, que en nuestros momentos de hambre y necesidad Dios nos de la gracia de volvernos hacia él.
Nuestro Dios amoroso responde a la queja de su pueblo, proveyendo sustento suficiente para saciar su hambre. Y no solo sustento suficiente, sino abundante y milagroso. El salmo 78 describe el mana como “comida de ángeles.” Este evento presagia la comida abundante que Jesús le da al pueblo en la multiplicación de los panes, y que nos da a nosotros con el manjar celestial que es el sacramento de la Eucaristía.
En la segunda lectura de este domingo, la Iglesia continua mostrándonos las exhortaciones morales de la Carta a los Efesios. Este domingo leemos: “no vivan ya como viven los gentiles, según la vaciedad de su mente.” Yo vivo realmente asombrado de la gente que sabe de todo, menos de Dios: sabe el mas mínimo detalle de la vida de los artistas, o de deportes, o de mil otras cosas sin importancia alguna. Si pusiéramos la mitad de empeño en estudiar la Biblia, a lo que le damos a estas cosas, ¡seriamos unos santos, seguramente! Nosotros los que conocemos a Cristo, nos dice la Carta a los Efesios, debemos despojarnos del hombre viejo. Esto quiere decir todas esas cosas que seguíamos, que nos gustaban, antes de conocerle, y que nos separan de Dios. Nosotros ahora en Cristo vivimos revestidos de su gracia que recibimos, especialmente en los sacramentos.
En el evangelio de este domingo oímos el reproche de Jesús: “ustedes me buscan,
no porque han visto signos, sino porque han comido de los panes y se han saciado.” San Agustín comenta sobre este pasaje, “cuantos buscan a Jesús para que les de algún beneficio temporal.” Hay que rogarle a Dios que nos ayude a buscarle, no por algún beneficio, sino por que Dios es Dios. Un ejemplo de esta actitud que se me viene a la mente, son las personas que nos se casan por la Iglesia, “porque fulanito o fulanita vivían juntos y les iba bien, y nada mas se casaron por la Iglesia y les empezó a ir mal.” ¡Que sosa superstición es decir esto! Es querer decir que creemos en Dios y le seguimos, mientras nos vaya bien en la vida. Es como las personas en la lectura de este domingo, creen y siguen a Jesús, mientras tengan el estomago lleno.
Jesús por sus palabras “obren, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna” está tratando de moverlos a que realicen un acto de fe, pero desafortunadamente, esto no se da, sino lo contrario. Preguntan ellos, ¿que signo haces para que creamos en ti? Su falta de fe hace que no sea posible que crean en él, y como sabemos, al Jesús revelarles sobre la necesidad de comer su cuerpo y beber de su sangre, la multitud lo abandona. Se requiere fe en Jesucristo para creer en lo que la Iglesia proclama como “misterio de nuestra fe.” En esta semana, oremos para que Dios nos conceda la gracia de una fe que no necesita de grandes signos para creer. Oremos para que nuestro amor por Jesucristo sacramentado, hecho alimento en la Eucaristía, aumente cada día mas, y nos conduzca hacia él.
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