¿Castiga Dios, o no?

 
Recientemente en un comentario a las lecturas dominicales mencioné que la destrucción de Jerusalén durante el destierro babilónico no fue un castigo divino.  En cuanto publiqué la reflexión tuve la sensación que debía aclarar esas palabras.  Aquí está mi intento.

 

Una de las cosas que he notado en mi labor catequética es el gran número de personas que presentemente tienen, o en algún tiempo pasado han tenido, una visión de Dios como un Dios vengativo, enojado, colérico.  Obviamente tener esta visión de Dios presenta un gran obstáculo para la evangelización: ¿como se puede entrar y mantener una relación con este tipo de Dios?  Ligado a esta visión de Dios va el ver esta relación, expresada en la práctica de la religión, como un proceso de seguir un conjunto de leyes.  Muchos católicos viven pensando que somos buenos católicos si seguimos los diez mandamientos y vamos a misa los domingos.  La fe se vuelve un legalismo, en vez de ser una relación con el Dios vivo.  Se vuelve legalismo y temor de quebrantar las leyes e incurrir en el castigo divino.  En este esquema Dios se convierte en juez, o árbitro (¡escudriñando cada acción nuestra para encontrar una falta!), en lugar de padre.

 

Habiendo dicho esto, es más que evidente que la Biblia nos dice que hay castigos divinos.  La Iglesia nos enseña, y creemos firmemente en fe, la existencia del infierno y del purgatorio, que son llamados también en lenguaje teológico la pena (o castigo) eterna (infierno) y la pena (o castigo) temporal (purgatorio).  Definitivamente hay castigo divino.  Lo que quiero aclarar es que el castigo de Dios no se debe a un Dios cruel o vengativo (como lo ven muchas personas), sino un castigo que es necesario por la justicia de Dios, y que es resultado del pecado del hombre, y mas que nada es medicinal.  Algunos puntos:

  • El castigo de Dios es correctivo y se debe también a su amor: “porque Dios reprende a quien ama, como un padre a su hijo amado” (Prov 3:12; ver también Heb 12:5-6).
  • El castigo de Dios es justo y bueno: “¡Dichosa la persona a quien Dios corrige! No desprecies la lección de Shaddai! (Job 5:17)
  • El castigo de Dios es seguro: “Porque he ahí a Dios que sale de su lugar a castigar la culpa de todos los habitantes de la tierra contra él; descubre la tierra sus manchas de sangre y no tapa ya a sus asesinados.” (Is 26:21)

En resumen, no fue del todo correcto decir que no fue castigo de Dios. Dios castiga, pero no como nosotros los hombres castigamos muchas veces (por enojo, por ira, por venganza).  Dios castiga como remedio, como corrección, y siempre por amor.  Dios quiere nuestra salvación, no nuestra destrucción (“Diles: ‘Por mi vida, oráculo del Señor Dios, que yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta de su conducta y viva. Conviértanse, conviértanse de su mala conducta.” – Ezequiel 33:11) . En Dios la justicia y el amor no son cosas distintas; Dios es justicia, Dios es amor.  El mensaje de la justicia de Dios va siempre acompañado del mensaje del amor de Dios, como nos dice el evangelio de este domingo: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. (Jn 3:16-17)”

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