8o. Domingo del Tiempo Ordinario del Ciclo A-Lecturas y Reflexion

Lecturas de Esta Semana
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¡Paz y Bien!
La breve lectura del profeta Isaías se escribe como palabras de aliento para el pueblo que se encontraba exiliado en Babilonia. Igual que el pueblo exiliado, se nos puede hacer muy fácil el pensar en medio de nuestras tormentas: donde está Dios, por que nos ha abandonado Dios, Dios no existe… ¿Qué podemos hacer? Lo que debemos hacer es lo que hizo nuestro Señor Jesús: orar y apegarse al Padre. Cuando vemos a Jesús diciendo desde la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado? No era que Jesús había perdido la esperanza, sino que estaba rezando el salmo 21 que abre con esa línea. Únicamente confiando en Dios podemos verlo en esta imagen que nos ofrece Isaías de Dios como una madre que no olvida a sus hijos. Este versículo es de las pocas veces que las Sagradas Escrituras nos hablan de Dios como madre, ya que la mayoría de imagines son en su paternidad, como nos revela Jesucristo. Recordemos que Dios es Espíritu puro y trasciende genero y toda clasificación que queramos darle. Ambas cosas, la maternidad y la paternidad provienen de Dios.
La segunda lectura proveniente de la 1era Carta a los Corintios es un texto que nos llama a ser considerados por nuestros hermanos como servidores. Para esto, nuestra actitud tiene que ser de humildad, amabilidad, disponibilidad. Estar siempre dispuestos a cooperar. Para ser buenos servidores tenemos que ser fieles a Cristo y a su Palabra. Nos dice san Pablo somos servidores y administradores. Administradores en el sentido de aquellos oficiales reales a cargo de algo por el rey; algo así como lo que había sido José hijo de Jacob en Egipto. Debemos ser fieles administradores, siguiendo la voluntad de nuestro rey y Dios, antes que las opiniones del mundo.
En el Evangelio, Jesús pone las cartas sobre la mesa y nos dice: no se puede servir a dos amos-a Dios y al dinero. Para nosotros los cristianos, sabemos perfectamente lo que tenemos que elegir: Dios es nuestro sumo bien, el destino donde todas nuestras fuerza deberían empujar. El perseguir la fama y la fortuna nos distrae, o incluso nos puede descarrilar en nuestra marcha hacia Dios. El siguiente pasaje esta ligado con la primera lectura, pues es un llamado a tener confianza en Dios. “No anden agobiados por su propia vida…” Si Dios se encarga de las aves y de los lirios del campo, ¿cuanto mas no se ocupará de nosotros sus hijos? No significa que no debemos preocuparnos por trabajar, por proveer para nuestra familia… eso no es lo que dice Jesús. Es mas, san Pablo dice: el que no trabaja que no coma! La diferencia es el vernos agobiados, una preocupación que nos distrae la vista de donde tiene que estar: mirando hacia Dios y a su generoso amor que provee lo que necesitamos. No agobiarnos por las cosas materiales, y mas bien preocuparnos por los mas pobres que nosotros. El acordarnos de los pobres es un llamado perenne de nuestra fe, como nos viene recordando el papa Francisco, que nos dice en su exhortación apostólica “el Gozo del Evangelio”: “Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres”. “Busquen primero el Reino de Dios”, nos dice Jesús. La gran ironía de la vida es que los que se la pasan buscando riqueza y se olvidan de Dios, terminan ultimadamente sin Dios, y sin riquezas, ya que nada nos podemos llevar después de esta vida. En cambio, los que buscan a Dios lo obtienen todo: obtienen a Dios, que es la riqueza mas grande de este mundo y del siguiente. Oremos por la virtud de la sencillez que nos permita encontrar a Dios en los pobres de este mundo; la sencillez que nos permita vivir en la tranquilidad de saber que nuestro destino es la unión con Dios.
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