6o. Domingo Tiempo Ordinario Ciclo B
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Reflexión
En este Domingo la Iglesia en la liturgia nos muestra el poder de nuestro Señor Jesucristo para sanar.
La primera lectura de este domingo proviene de un libro poco apreciado por muchos católicos: el libro de Levítico. Se llama así porque se refiere a las leyes que los sacerdotes de la tribu de Levi debían seguir. Con tantas leyes y regulaciones se nos hace un poco ajeno a nuestra realidad como Cristianos, ya que Jesucristo nos resume todos los mandamientos y regulaciones en dos cosas: amar a Dios por sobre todas las cosas, y al prójimo como a uno mismo. Por esto vemos las mas de 600 regulaciones, y nos da hasta flojera… En verdad deberíamos ponerle mas atención, porque, primero que nada en los evangelios vemos como Jesús cumplía la Ley de Moisés al pie de la letra. Si nos saltamos el libro de Levitico nos perderíamos de gran parte de la historia de la salvación y gran enseñanza como el mandamiento a “ser santos, como el Señor Dios es santo.”
¿Porque había tanta regla, tantas regulaciones? En el caso de esta lectura que tenemos, pues el aislamiento en casos de enfermedades de la piel es sentido común para evitar el contagio. Otras reglas, como las normas dietéticas, el no comer puerco, por ejemplo, sirven como una manera de distinción del Pueblo de Dios, o sea, que no es como todos los demás pueblos. Otras normas se deben a un sentido de orden que existía en la mentalidad del autor sacerdotal del libro de Levítico.
Como mencionamos, es hasta cierto punto algo positivo el aislar al enfermo de lepra. El problema, el aspecto negativo es que el aislamiento no es solo social, sino cúltico. El leproso no podía entrar al área del templo a ofrecer sacrificio o a orar, y si era sacerdote el enfermo, pues definitivamente no podía realizar su función. Lo difícil entonces es esta separación de Dios. Esta declaración de pureza o impureza era muy importante. Este sistema determinaba lo que era propio para el servicio a Dios, lo puro, porque Dios es santo y puro.
Ahora en el evangelio, con la venida de Jesús vemos un gran reverso. Mientras que en el antiguo sistema la impureza se contagiaba con el contacto, por eso uno no podía comer animales impuros, no podía tocar un cadáver, no podía tener contacto con una mujer en su menstruación, etc., con Jesús es al revés. Cuando Jesús toca al enfermo, al impuro, Jesús le transmite la sanación, la pureza. La sanación de toda enfermedad, de toda impureza es parte esencial del ministerio de Jesús. Sus sanaciones nos muestran que Jesús es el Mesías esperado. Las sanaciones son signos del establecimiento del reinado de Dios en la tierra. Con el reinado de Dios hay restauración, hay bienestar, hay salud, hay gracia.
Que podemos imitar de este pasaje? La actitud del leproso, que tiene una gran fe, una fe que le da la valentía de acercarse a Jesús (recordemos que debía estar aislado y anunciar su presencia para que nadie lo tocara). El leproso lleno de la valentía que le da su fe en Jesús, se le acerca, y postrado de rodillas le pide a Jesús que lo sane. Nosotros tenemos que hacer lo mismo. ¿Cuantos de nosotros no vivimos cargando la lepra del pecado? El resultado de vivir en pecado es el mismo que tener lepra en aquel entonces-nos separa de los demás, nos hace que nos alejemos de Dios, nos hace menos humanos. Hay que pedirle a Dios nos conceda la humildad para poder decir con el salmista “reconocí mi pecado y tu absolviste mi culpa.” Hay que examinarnos a nosotros mismo y preguntarnos ¿en verdad creo en Dios? En que tipo de Dios creo? ¿Un Dios que mas que Dios es un Santa Clos, a quien le rezo solamente para pedirle cosas? ¿O creo en Dios que tiene el poder de sanarme? El Dios que creó el mundo, tiene el poder crearme de nuevo, de restaurarme, de sanarme. Oremos a Dios esta semana para que nos de la humildad de postrarnos ante el y reconocer nuestra culpa.
Enlace para las lecturas de este Domingo:
http://www.usccb.org/bible/lecturas/021515.cfm
Salmo por Natalia Caceres:
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