6o. Domingo de Pascua-Mi Paz les Dejo

6 domingo pascua

 

En las lecturas de esta semana, nuestro Señor Jesús nos manda a guardar su palabra, para que así el Padre y él habiten en nosotros.  Jesús asciende al Padre, pero no nos deja solos: nos deja la fuerza del Espíritu Santo y con él nos deja su paz, la paz que viene de vivir en comunión con Dios.

“El Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas.” – Juan 14:26


La primera lectura de este domingo nos cuenta una de las primeras y más grandes controversias con las que se enfrentó la Iglesia primitiva. Se trataba de la cuestión de la proveniencia de la salvación: ¿viene de la circuncisión o de Jesucristo? La decisión tomada aquí trazaría el camino a seguir en el futuro. Muy interesante notar el antecedente que se establece sobre las disputas doctrinales: no se decide consultando a las Escrituras solamente (esta postura podría favorecer a la circuncisión como necesaria), sino en una reunión de los apóstoles. Por eso nosotros los católicos tenemos la autoridad de Dios transmitida no solamente por las Escrituras, sino también por los concilios o reuniones de los apóstoles. Que esta es la voluntad de Dios se expresa cuando en el versículo 28 dicen “El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido no imponerles más cargas que las estrictamente necesarias.” La decisión expresa que mantenemos de la Antigua Alianza los perennes mandamientos morales, como la castidad, pero no todos sus preceptos rituales. Otra cosa que se subraya en este pasaje es la unidad con la que actúa la Iglesia. De común acuerdo deciden y mandar dos hombres para expresar la decisión del concilio, y la decisión es hecha también en unidad. Que el mismo Espíritu mantenga a la Iglesia en la unidad.

“Me mostró a Jerusalén, la ciudad santa, que descendía del cielo, resplandeciente con la gloria de Dios.”

En la segunda lectura del libro del Apocalipsis continuamos con esta visión de la Jerusalén celestial que vimos inicialmente la semana pasada. No perdamos de vista que, de acuerdo a Juan, la ciudad es representada simbólicamente como novia. La Jerusalén celestial, que es la Iglesia triunfante, esta compuesta por los redimidos del Señor. Aquí en su realización, la ciudad viene a unirse al novio en el banquete celestial, y comparte de la gloria divina, por eso es bella. Las doce puertas son sus doce apóstoles, que a través de su predicación y sus escritos dan entrada a la gente que viene de los cuatro puntos cardenales. En un principio esta visión evoca la visión del nuevo templo de Ezekiel cápitulo 40, pero ahora en su cumplimiento no hay templo. Ahora con la presencia de Dios, la ciudad entera está consagrada y santificada como templo. La Nueva Jerusalén es el cumplimiento de la promesa que leemos en las Escrituras de que los justos habitarían en el Señor y en él encontrarían su refugio. Que el Señor nos conceda que cada Eucaristía sea para nosotros un anticipo de esta gloria venidera.

“El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, se lo enseñará todo.” – Juan 14:26

En el evangelio de Juan Jesús nos enseña el camino del cristiano: responder con nuestras vidas a este amor derrochado de Jesús por nosotros. Si decimos amar a Dios, nuestra conducta debe corresponder a los mandamientos de Dios. Ese es el llamado del Cristiano: ser otro Cristo para los demás, proclamando la Buena Nueva de la salvación. Para poder realizar esto somos reforzados con el Espíritu Santo, que aquí Jesús nos recuerda será enviado por el Padre. Esto lo recordamos en al fiesta de Pentecostés, así como también de manera personal con el sacramento de la Confirmación que hemos recibido. Antes de ir al Padre Jesús nos deja su paz, una paz que no es meramente la paz como la entiende el mundo, sino una paz que viene de vivir en presencia de Dios, reconciliado con él y con los hombres. En este pasaje oímos a Jesús decir que el Padre es más grande que el. En la antigüedad herejes se valían de pasajes como este para denigrar la divinidad de nuestro Señor Jesús. Aquí Jesús se refiere a su humanidad. Como hombre, con su resurrección y su ascensión al cielo él es exaltado a la derecha del Padre.
En este sexto domingo de Pascua pongamos nuestra fe en Jesús. En los primeros años de la Iglesia querían algunos regresar a la circuncisión, y hoy en día hay unos que también quieren abandonar a Cristo y a su Iglesia. Nosotros no podemos separarnos de la Iglesia, la Jerusalén celestial, construida con la base solida de los apóstoles. Pidamos a Dios el don de amarle mas profundamente, para que al final de los tiempos nos unamos a los redimidos, teniendo a Dios como nuestra morada, nuestro lugar de descanso.

 

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