Transfiguración de Cristo-2o Domingo de Cuaresma

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En la primera lectura oímos del llamado de Dios a Abraham a dejar todo atrás y salir de su tierra, con la promesa de bendecir a las naciones por su descendencia. Si seguimos la genealogía bíblica, Sem fue la última persona con la que Dios se había comunicado directamente, 10 generaciones atrás. La promesa hecha a Abraham es la base de la Alianza de Dios con Israel. Las alianzas culminan con la “Nueva Alianza” de Jesús, de quien el evangelista Mateo nos dice en su genealogía que él es hijo de David, hijo de Abraham. La fe que demostró nuestro padre Abraham es el mismo tipo de fe que Dios pide de nosotros hoy en día cuando nos llama a dejar la familiaridad del pecado y de los vicios en la que nos encontramos, para lanzarnos a un peregrinaje en camino a la santidad, en camino a la comunión eterna con Dios.

Así como Abraham tuvo su llamado, en la segunda lectura Pablo nos habla de nuestro propio llamado a nuestra vocación, no por ningún mérito propio que tengamos, sino por la pura bondad divina; bondad que se manifiesta al haber mandado a su único hijo a morir por nosotros para salvarnos. Esta manifestación de Jesús en griego es una epifanía, o manifestación de lo divino, que es el tema del pasaje de la Transfiguración en el evangelio.

Este pasaje de la Transfiguración lo podemos entender como un fugaz anticipo de la Pascua. Tenemos que leerlo en el contexto de las dos predicciones de la Pasión que se encuentran antes y después de este pasaje.  No hay gloria si no hay cruz. Aparecen en la escena Moisés y Elías, representando los pilares del judaísmo: la ley y los profetas; con Jesucristo como su cumplimiento. La voz llama a seguirle : “¡Escúchenle!”. Dios ratifica las palabras y vida de Jesús. La voluntad de Dios no está ya en la ley de Moisés, sino en la persona de Jesús. Por eso el predicador del Padre se convierte en objeto de la predicación de los discípulos. De acuerdo a un comentarista, la propuesta de Pedro de construir tres cabañas está relacionada con la fiesta de las tiendas que se celebraba al comienzo del otoño y en la que cada familia habitaba durante siete días en chozas hechas de ramas entrecruzadas. Esta fiesta de recuerdo y esperanza tenía entonces un fuerte carácter nacionalista. Pero no era éste el verdadero sentido del mesianismo de Jesús. Por eso Jesús les dice que no le cuenten a nadie esta visión, ya que podría ser mal interpretada. Sigamos orando en esta Cuaresma para oír el llamado que Dios constantemente nos hace y dirigirnos a nuestro destino, como Abraham confió en el Señor para ir a la tierra prometida.

 

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