El Banquete de Bodas – 28o. Domingo Ordinario

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Banquete de Bodas

La lectura del evangelio de este domingo nos habla del amor de Dios que desea que todos nos salvemos. Como el rey que manda a sus sirvientes a invitar a todos al banquete de bodas, así Dios manda a sus profetas, a sus maestros, a sus catequistas, a invitarnos a la celebración que es el banquete Eucarístico.

Al igual que en el evangelio, en la primera lectura el profeta Isaías nos muestra una visión del banquete mesiánico, donde todos los pueblos están unidos en el monte Sion, que es imagen de Israel, de la Iglesia y también representa el cielo. El velo que es consumido por el Señor es la ceguera espiritual que tapa los ojos, que vela el corazón de Israel, que no reconoce a su Señor.  Con su muerte en la cruz Jesús destruye igualmente el velo del Templo, simbolizando el fin de sus sacrificios.  Al final de la lectura Isaías describe la victoria sobre Moab.  Los moabitas eran enemigos eternos de Israel.  Su origen es trazado en Génesis al hijo que tuviera Lot en una relación incestuosa con su hija mayor.  Se les menciona muchas veces en el Antiguo Testamento, y aquí su derrota en el día final realza lo feliz que será ese día. 

 

En la segunda lectura, el apóstol Pablo nos da el ejemplo de su actitud que ya sea en abundancia o en carencia, está siempre contento.  Cuantas veces nos lamentamos de lo pobre que somos, y miramos con envidia a aquel que consideramos tiene más que nosotros? Podemos y debemos de estar contentos en nuestro estado si tenemos a Cristo de nuestro lado, que nos da todo.  Como dice Pablo, todo lo puedo hacer pues Cristo es quien me sostiene.  Esto significa que nuestra actitud de ecuanimidad ante la carencia o la abundancia no es la misma actitud del estoico imperturbable, sino que tiene como fuente la gracia que Jesucristo nos da.  Como San Pablo nos dice al principio de la Carta a los Filipenses, se nos ha dado la gracia, no sólo de creer en él, sino de padecer por él.  Hay que recordar que para alcanzar la gloria tenemos que pasar por la cruz, esta cruz que nos ayuda a ver el significado del dolor.

La lectura del evangelio de este domingo nos habla del amor de Dios que desea que todos nos salvemos.  Como el rey que manda a sus sirvientes a invitar a todos al banquete, así Dios manda a sus profetas, a sus maestros, a sus catequistas, a invitarnos a la celebración que es el banquete Eucarístico.  De acuerdo a San Gregorio magno, el banquete celebra la unión entre Cristo y su Iglesia.  El traje de bodas es la caridad, sin la cual no se puede entrar al banquete.

Los primeros invitados representan al Pueblo de Israel, que reciben la invitación por parte de profetas enviados por Dios.  Como la gente de la parábola hizo con los siervos del rey, los Israelitas persiguieron y les hicieron violencia a los profetas.  El resultado de este rechazo, como en la parábola es la destrucción de la ciudad con todo y su templo.  Y bien la Iglesia hace la invitación hoy en día para todo el mundo, como en la parábola el rey manda a los siervos a invitar a todo cuanto se encuentren.  Igualmente hoy nosotros podemos rechazar su invitación.  O podemos aceptarla y desaprovecharla al no revestirnos del traje de la caridad.  Hermanos y hermanas, esta semana nuestro Dios nos hace la invitación a este banquete que celebramos en la Eucaristía, prenda anticipada del banquete celestial. Revistémonos de la caridad, del amor, de la paciencia con nuestros hermanos, para que así nos encontremos listos para entrar al banquete celestial. 

Invitación de la Iglesia

Y bien la Iglesia hace la invitación hoy en día para todo el mundo, como en la parábola el rey manda a los siervos a invitar a todo cuanto se encuentren. Igualmente hoy nosotros podemos rechazar su invitación. O podemos aceptarla y desaprovecharla al no revestirnos del traje de la caridad. Hermanos y hermanas, esta semana nuestro Dios nos hace la invitación a este banquete que celebramos en la Eucaristía, prenda anticipada del banquete celestial. Revistámonos de la caridad, del amor, de la paciencia con nuestros hermanos, para que así nos encontremos listos para entrar al banquete celestial.

 

 

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