Señor aumenta nuestra fe – 27o Domingo Ordinario Ciclo C

 

Las lecturas de este domingo nos enseñan a confiar en la salvación de nuestro Dios, rezando siempre: “Señor aumenta nuestra fe” y a ser humildes en nuestro servicio a Dios.

La primera lectura de este domingo proviene del libro del profeta Habacuc; uno de los ocho profetas menores. Se les denomina menores no por una menor importancia en su mensaje, sino más bien por su extensión en comparación con los profetas mayores como Jeremías, Isaías, Ezequiel, Daniel, etc. Habacuc escribe justo antes de la conquista del Reino de Judá por Babilonia, y el contenido de su carta trata de la lucha del profeta por entender la existencia del mal con estos eventos como una forma de castigo divino. En este pasaje al principio de su profecía escuchamos las palabras de lamento del profeta, palabras que toda persona de bien ha clamado a Dios en medio del sufrimiento por la maldad que nos rodea: ¿hasta cuando Señor durará esta maldad y esta violencia? La respuesta de Dios es clara y contundente: el justo que sigue los caminos de Dios se salvará, mientras que el malvado perecerá. Estas son palabras de aliento para nosotros permanecer siempre fieles a Dios, sin importar las dificultades a nuestro alrededor. Nuestro premio no está en este mundo, nuestro destino es la Tierra Prometida, la Jerusalén celestial.

En la segunda lectura por igual oímos palabras de aliento ante los sufrimientos. San Pablo escribe estas palabras a Timoteo exhortándolo a mantener siempre viva la gracia que éste recibió por el Sacramento del Orden. Por la imposición de manos Timoteo recibió como todo obispo el encargo de representar ante la comunidad a Cristo como maestro, pastor y sacerdote (ver CIC 1558). A través de estos preciosos regalos que son los sacramentos Dios nos da su gracia y todo tipo de dones que necesitamos en nuestra misión como cristianos. Sólo su gracia nos sostiene ante los sufrimientos de esta vida. Con los sacramentos, como bien dice Pablo, Dios nos ha dado fortaleza, caridad y templanza. Pero no basta con solamente recibir estos regalos que son los sacramentos, hay que vivirlos, afirmarlos y renovarlos continuamente. El final del pasaje que oímos este domingo habla de la enseñanza que recibió Timoteo de parte de Pablo. Como vemos aquí, la enseñanza proviene no solamente de lo que está escrito en las Escrituras, sino también de la proclamación oral, las palabras de Pablo y de todo obispo en unión con Pedro a través de la historia. Esta predicación oral forma parte de lo que aquí Pablo, y la Iglesia desde entonces llama “depósito de la fe” (ver CIC 76)

En el evangelio Lucas nos comparte palabras que deben ser parte del vocabulario de oración de todo cristiano: “aumenta nuestra fe.” Estas simples palabras deben vivir siempre en nuestro corazón y ser expresadas por nuestros labios ya que sabemos que no amamos a Dios como debiéramos, no le agradecemos todo lo que nos da y no le rezamos como se lo merece. No debemos caer en la presunción de que ya tenemos una medida de fe alguna, las palabras de Jesús van para nosotros también cuando le dice a sus discípulos que si tuvieran fe como un grano de mostaza harían grandes milagros. La segunda parte de este pasaje nos enseña a ser humildes en el servicio a Dios. Así como el siervo no puede demandar tratamiento especial por su servicio, así tampoco nosotros debemos de esperar esto. Sólo debemos conformarnos con ser fieles servidores de Dios, imitando el ejemplo de nuestra madre santísima que en su humildad es discípula modelo para nosotros. En esta semana propongámonos renovar los dones recibidos por Dios para poder dar fruto abundante de fe y de servicio a nuestro Señor en humildad y fidelidad.

 

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