Descúbrenos Señor tus Caminos-26o Domingo Ordinario

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Las lecturas de este Domingo una vez más nos hablan de la justicia de Dios, tan diferente del pensamiento humano. En la primera lectura, la queja del pueblo se expresa en los versículos anteriores, donde Dios se muestra misericordioso con el malvado, y le abre la puerta a la salvación con su conversión, y muestra su justicia al decir que el justo se puede perder si abandona el buen camino. Así como los trabajadores del domingo pasado esperaban una paga mayor por su trabajo, los que tratamos de seguir el camino recto también a veces, consciente o inconscientemente, lo hacemos esperando una recompensa. Nuestra conducta debe ser guiada, no por la recompensa esperada, sino por el amor a Dios. Los que trabajan para Dios esperando una recompensa no son discípulos, sino mercenarios, como oí al padre (ahora obispo) Robert Barron enseñar en una de sus homilías. Es una maravillosa doctrina que el pecador, por más pecador que sea, se puede convertir y alcanzar la salvación. Es igualmente causa de reflexión que el vivir una vida de justicia no nos va a “comprar” la salvación. La vida Cristiana es una carrera, como dice san Pablo, y no podemos parar antes de la meta, tenemos que perseverar hasta el final.
En la segunda lectura, Pablo nos exhorta a ser humildes como Cristo. El ser humildes, el vivir en armonía son en cierto sentido pruebas exteriores de la relación que tenemos con Dios, de estar en comunión con el Espíritu, como dice Pablo. La segunda lectura contiene un bellísimo himno Cristológico donde Pablo, exhortándonos a la humildad, nos presenta el más grande modelo de humildad en la persona de Jesucristo, que siendo Dios hizo a un lado su divinidad para tomar la carne y la condición humana. ¿Como podemos ser orgullosos nosotros los Cristianos? ¿Cómo queremos tener dominio sobre los demás? ¿Cómo podemos darnos aires de superioridad? Todo esto es incompatible para el discípulo de Cristo, porque el discípulo de Cristo imita al maestro, y el maestro es prueba ineluctable de que debemos ser humildes. Debemos ser humildes y obedientes. Cristo fue obediente hasta el punto de abrazar la cruz al decir “Padre, hágase tu voluntad y no la mía.”
A manera de un breve comentario doctrinal, este pasaje es usado para demostrar la divinidad de Jesucristo, en el hecho que Pablo menciona que Jesús, es de condición divina, refutando todas las herejías cristológicas como el Arrianismo, que proponía que Jesús era solamente una creatura.
El mensaje del Evangelio va ligado a la primera lectura. Tomando en cuenta la audiencia de este pasaje, Jesús está predicando a los escribas, a los fariseos que no creían en el, pero se creían que eran fieles hijos de Dios. Jesús les dice ustedes son como el hijo que dice ‘voy a ir’, pero no va, mientras los pecadores que se arrepienten son como el hijo que dice no va, pero corrige el curso y finalmente cumple la voluntad del Padre. Esto nos revela el amor misericordioso de Dios que nos da la oportunidad del cambio, de la conversión. Nunca es tarde para buscar al Señor, como nos decía Isaías la semana pasada, nunca es tarde, aún hay tiempo. Aunque nos hemos negado a seguir a Dios antes, como el hijo de esta parábola, podemos arrepentirnos y hacer la voluntad de Dios. Este es el mensaje y la invitación perene de la Iglesia: nunca es tarde para buscar al Señor. Y la invitación para nosotros esta semana es arrepentirnos y volvernos al Señor haciendo su voluntad, como lo hizo el hijo en la parábola.
Lecturas de este domingo: https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/092720.cfm
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