Señor, ten Compasión de mi! – XX Domingo Ordinario

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En la primera lectura, el profeta Isaías, como portavoz de Dios, nos exhorta a buscar el bien y la justicia. Gran parte del mensaje de Dios transmitido por los profetas es el de restaurar la justicia y las rectas relaciones cuando el pueblo se volvía prospero y se olvidaba de los pobres. En nuestros días la Iglesia continua con esta labor profética con la enseñanza social de la Iglesia, que al igual que los profetas, hace un llamado a la equidad y la justicia, sobre todo para con los mas débiles en la sociedad.
Isaías tiene palabras de consolación para los extranjeros que Vivian entre los Israelitas. Como es tristemente parte de nuestra historia humana, hasta nuestros días, los extranjeros en Israel eran ciudadanos de segunda clase. Los Israelitas Vivian separados de los extranjeros ya que ellos no formaban parte de la promesa. Pero aquí Isaías nos revela como Dios va a salvar a todos, presagiando la entrada de los gentiles al rebaño de Dios que es la Iglesia. Dios nos guiará a todos al monte santo, donde su templo se convertiría en casa de oración. Lo que inicialmente se cumple en el templo de Jerusalén se realiza en plenitud con la fundación de la Iglesia Católica, que en su universalidad, acoge a todos los pueblos y los lleva al Señor.
En la segunda lectura seguimos con el hilo de la semana pasada, con Pablo de cierta manera ligando su ministerio a los gentiles por un lado, y por el otro mirando al pueblo judío y deseando su conversión. El pasaje previo a la lectura de esta semana, el inicio del capitulo 11 de la Carta a los Romanos, es muy importante para nuestro entendimiento de nuestra relación con el pueblo judío. Vemos que Pablo nos enseña que Dios no ha rechazado a su pueblo. Dios que escogió al pueblo judío para darnos su revelación inicial no va a dejar a un lado las alianzas que hizo de antigua. Por eso nosotros los Cristianos no podemos darle cabida al anti-semitismo. A nuestros hermanos judíos les debemos una gran deuda al preservar la fe en un solo Dios y al preservar las Sagradas Escrituras que hoy contamos como tesoro compartido.
El pasaje del Evangelio de este domingo es un tanto peculiaridad, dado que el evangelio de Mateo tenia como audiencia cristianos de origen judío. En este pasaje Jesús se aventura fuera de Judea hacia una región con una población en su mayoría pagana. Aquí, una mujer pagana muestra una gran fe, reconociendo a Jesús como Señor e Hijo de David. Esta gran fe la lleva a pedirle a Jesús que exorcizara a su hija. La oración de esta mujer es perfecta: reconoce a Jesús como Mesías (hijo de David), cuando los judíos mismos no lo reconocían como tal; su oración es simple-“ten piedad de mi.” Esta oración es modelo para nosotros en su confianza, perseverancia, sencillez y humildad. La respuesta inicial de Jesús pareciera no concordar con el hecho que el vino a traer la Buena Nueva a todo el mundo. Hay que tener en cuenta la audiencia del Evangelio, y como explican los biblistas, se puede argumentar que la misión de Jesús es dirigida a los judíos, mientras el encargo a esparcir la Buena Nueva a los gentiles quedaría en manos de los apóstoles. Las palabras fuertes de Jesús “no esta bien tomar el pan de los hijos y dárselo a los perros” lo interpretan los biblistas como una manera de probar la fe de la mujer. La respuesta de la mujer muestra una vez mas su gran fe que Jesús apremia sanando a su hija.
En la misa cada domingo nos unimos con el pueblo de Dios, subiendo a la montaña como lo predijo Isaías, y tomamos
Lecturas de Esta Semana:
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