Guárdense de la Codicia-18o Domingo Ordinario Ciclo C

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En las lecturas de esta semana nos recuerda Jesús de guardarnos de perseguir los bienes materiales y caer en la codicia. Practiquemos mejor el hacernos ricos de bienes espirituales, que es la riqueza que no perece, sino que florece y nos da fruto abundante de salvación en Cristo.
Vanidad de Vanidades
La primera lectura de este domingo abre con las famosas palabras: “vanidad de vanidades, todo es vanidad.” Debemos considerar que en el lenguaje original hebreo, vanidad no tiene el mismo significado que la palabra tiene para nosotros de un orgullo excesivo sobre nuestra persona. Vanidad en hebreo significa “un soplo de viento,” o “un respiro,” como por decir, algo insignificante. Aun con el preocuparse y trabajar arduamente, uno nunca sabe si esto se le va a quedar a alguien que también laboró, o a alguien que no trabajó para merecérselo. En otras palabras, el predicador se está preguntando si vale la pena esforzarse tanto. Como lo expusimos anteriormente en la decimotercer semana, la vida cristiana consiste de un balance entre el trabajo y la contemplación. Esta lectura nos recuerda a mantener este balance y no desgastarnos enteramente en nuestra labor, por más buena y digna que sea. ¿Cuántas veces no escuchamos el lamento de padres que por dedicarse por completo al trabajo perdieron el amor de sus hijos? O lo que es peor, por tanto trabajar no se dedicaron a educarlos bien, y terminaron los hijos en malos pasos.
Busquen las Cosas de Arriba
En la segunda lectura de la Carta a los Colosenses se nos recuerda que para nosotros los que vivimos en Cristo, los resucitados por el Bautismo estamos llamados a vivir con la vista al cielo, es decir, viviendo de acuerdo a la manera en que Cristo nos enseñó. Los cristianos estamos llamados a vivir y hemos sido habilitados por la gracia, para una vida más elevada, una vida sobrenatural donde reina el amor de Dios. Cuando nos dice el texto que nuestra vida está oculta en Cristo quiere decir que ahora nuestras buenas obras están escondidas, pero con su segunda venida al final de los tiempos se revelarán, y así seremos glorificados en Cristo.
Aunque hemos sido purificados por la gracia bautismal, y hechos coherederos de la gloria del cielo en Cristo, la tendencia a pecar, que es resultado del pecado original, se mantiene en nosotros. Por eso aun tenemos que acudir a la ayuda de la gracia de Dios para luchar contra la tentación y purificarnos de lo que es terreno. Para entrar al cielo debemos convertirnos más y más como Dios, es decir debemos ser santos.
¿Quién me hizo juez entre ustedes?
En el pasaje del evangelio me parece que Jesús tiene una actitud parecida a la del predicador del Libro de Eclesiástico de la primera lectura. ¡Qué vana es una disputa sobre una herencia, considerando que finalmente nada nos llevamos de este mundo! Jesús categóricamente rechaza la petición de actuar como mediador en la disputa, y responde con la advertencia en contra de poner nuestra confianza en la riqueza. ¿De que sirve trabajar para los bienes materiales y olvidarnos de los bienes espirituales? Los bienes materiales son los que realmente cuentan para nuestra felicidad eterna. ¿Cuáles son los bienes espirituales? –Las virtudes, el seguir los mandamientos, el practicar las obras de misericordia, en fin, todo lo que nos convierte y nos hace más como Jesús. ¿Cómo podemos vivir con esta misma actitud? Un paso definitivo lo podemos tomar recordando que no somos eternos. Nos va llegar el día de nuestra muerte, y ese día las riquezas y la manera en que las obtuvimos nos van a pesar en la balanza de nuestro juicio. En esta semana practiquemos el hacernos ricos no de bienes materiales, sino de la riqueza que no perece, sino que florece y nos da fruto abundante de salvación en Cristo.
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