Señor, Enséñanos a Orar-17o Domingo Ordinario Ciclo C

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Las lecturas de este domingo nos muestran el poder de la oración para mover el corazón de Dios que quiere que nos dirijamos hacia él como hijos a su padre. Entreguemos nuestras vidas al Padre de Jesús y Padre nuestro quien busca la unión eterna con nosotros.
Dios es Compasivo
En la primera lectura del libro de Génesis, el Señor comparte con Abrahán su intención de extender su castigo a las ciudades de Sodoma y Gomorra por sus grandes pecados. Aquí es donde Abrahán se muestra como profeta, con su petición de intercesión a favor de los inocentes de estas poblaciones. Este pasaje nos presenta, aun con la dinámica un tanto exagerada, una importantísima discusión: ¿tiene precedencia la justicia de Dios que su castigo debe realizarse aun a costa de los inocentes?, o ¿viene primero su misericordia, que con tal de no destruir a los inocentes se aplaza el castigo de los culpables? Como sabemos por multitud de pasajes (ver por ej. Ex34:6 “Entonces pasó el Señor por delante de él y proclamó: El Señor, el Señor, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y fidelidad”) y lo hemos mencionado ampliamente, la misericordia de Dios toma precedencia.
Este pasaje es frecuentemente usado para condenar a las personas homosexuales, ya que la homosexualidad fue el pecado que finalmente colmo la paciencia de Dios y lo hizo destruir a Sodoma y Gomorra. Lo que mucho menos frecuentemente vemos es la oración de intercesión realizada por Abrahán. ¿Oramos por la conversión de las personas, aun de los pecadores? Nos olvidamos que nosotros también somos grandes pecadores y de la inmensidad de gracia que nuestro Señor Jesús ha derramado para nuestra salvación.
Hemos Muerto en Cristo
En la segunda lectura de la Carta a los Colosenses oímos que somos sepultados con Cristo por nuestro bautismo. ¿Qué significa esto? San Pablo mismo nos ofrece la respuesta en su Carta a los Romanos 6:3: “¿O es que ignoran que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte?” Nosotros al ser bautizados hemos compartido de la muerte de Jesús, él en la cruz, nosotros al pecado. El bautismo marca el inicio de nuestra vida en Cristo, el principio de nuestro ser “otros cristos” en el mundo. El objetivo de nuestra vida como cristianos es volvernos más y más como Cristo. Y este objetivo da inicio con una completa identificación con Cristo en el bautismo. Y todo esto por la fe en la resurrección de Jesucristo. La fe viene antes del bautismo, y la fe viene de la proclamación de la Palabra. Por eso es labor crucial de todos en la Iglesia dedicarnos a la evangelización. Muchos han sido bautizados y no han conocido a Jesús. Quizás nosotros mismos también necesitamos una re-evangelización, o una nueva evangelización, al haber tenido un encuentro con Jesús que ahora necesita reforzarse, renovarse, revitalizarse para dar nuevos frutos. Con el bautismo hemos sido perdonados de nuestros pecados, lo que es más grande es que aun siendo pecadores, con su muerte Jesús nos ha dado la vida, tomando todas nuestras culpas clavándolas en su cruz.
Señor, enséñanos a Orar
En el evangelio de este domingo oímos la respuesta de Jesús a la pregunta de sus discípulos “Señor, enséñanos a orar” –el Padre Nuestro. Jesús no solamente nos dio una formula a seguir –cuantos negocios hoy en día nos quieren vender formulas infalibles para ser felices, para bajar de peso, para ganar dinero. Jesús nos enseña con su ejemplo. Él frecuentemente se alejaba del bullicio de la gente para entrar en oración. En los momentos más importantes de su ministerio-antes de elegir a sus discípulos, en su bautismo, en su agonía en el huerto, él siempre está en oración. El siempre está en oración, y nos invita a hacer lo mismo. Tal es el comportamiento de Jesús que causa la curiosidad de sus discípulos con esa petición –“Señor, enséñanos a orar.” La respuesta a la petición es la oración universal, el Padre Nuestro. La respuesta es abrir nuestro corazón a Dios confiándole nuestra existencia. Esta oración nos revela la intimidad de Jesús con el Padre. Nos muestra el deseo de Jesús de conversar con el Padre, y de dárnoslo a conocer. En este domingo renovemos nuestro deseo de entregar nuestras vidas al Padre amoroso, que con su misericordia busca el perdón y no la destrucción del pecador. Entreguemos nuestras vidas al Padre de Jesús y Padre nuestro quien busca la unión eterna con nosotros.
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