13er Domingo Ordinario Ciclo C-Deja que los muertos entierren a sus muertos

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En las lecturas de este domingo, Jesús nos llama a seguirle, llamado que requiere una respuesta inmediata y total. Oremos para que Dios nos conceda la gracia de seguir a Cristo para vivir en la libertad de dejarlo todo y servirle sólo a él.
“Luego se levantó, siguió a Elías y se puso a su servicio.’ – 1 Reyes 19:21
En la primera lectura vemos el llamado de Eliseo, quien remplazaría a Elías como profeta del Señor. Su elección es representada al ser cubierto con el manto de Elías, simbolizando así una unción, que significa en sí el traspaso del poder, o de la gracia, como significa para nosotros hoy en día las unciones sacramentales. Algunos Padres de la Iglesia interpretan el ser cubierto con el manto con el recibir el don del Espíritu Santo. De manera similar Jesús les había prometido a sus discípulos este don antes de su Ascención al Padre al decirles: “Miren, yo voy a enviar sobre ustedes la Promesa de mi Padre. Ustedes permanezcan en la ciudad hasta que sean revestidos de poder desde lo alto.” Elías permite a Eliseo el despedirse de su padre antes de seguirlo, y como signo del abandono de su vida pasada, Eliseo ofrece en sacrificio su yunta de bueyes, para seguir entonces libremente a Elías. Y es que el llamado de nuestro Señor a la conversión debe ser no sólo respondido con los labios, pero demostrado con signos visibles de nuestra conversión. Que Dios nos ayude en estos días que tenemos la memoria de Pentecostés fresca en nuestro corazón, a renovar nuestro compromiso de conversión en agradecimiento por todos los dones que hemos recibido, especialmente el don de su Espíritu.
“Cristo nos ha liberado para que seamos libres.” – Gálatas 5:1
En la segunda lectura san Pablo nos habla de la verdadera libertad de los Cristianos: la libertad que es el resultado de seguir la voluntad de Dios y nos deja libre para actuar en los confines de esta libertad, sin temor a tropezar. La libertad que ofrece el mundo no es una libertad verdadera, sino un libertinaje que nos esclaviza a las inclinaciones hacia el pecado y las cosas materiales. Nosotros no fuimos creados para ser esclavos del mundo, fuimos creados para la unión eterna con Dios. Para estar en unión con Dios debemos de ser como Él. Esto es lo que nos revela Jesucristo: el rostro del Padre. El yugo de esclavitud es una frase que se usaba para la Ley de Moisés, sobre todo en contraste con la libertad de la fe en Cristo. Jesús nos revela la plenitud de la Ley, resumida en el precepto: “amarás a tu prójimo como a ti mismo,” como nos recuerda san Pablo. Así es como aflora el amor a Dios, en el amor al prójimo. Que en estos días Dios nos guíe a amar a todos, y poder ver su faz en los demás.
Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma? – Lucas 9:54
En el evangelio Jesús y sus discípulos van camino a Jerusalén, con la resoluta intención de Jesús de cumplir su misión. Los samaritanos lo rechazan al darse cuenta que se dirigía a Jerusalén, ya que ellos eran enemigos de los judíos, y habían establecido su propio templo en oposición al templo de Dios en Jerusalén. La reacción de los discípulos es el pedir que bajara fuego del cielo para castigar la insolencia de los samaritanos. Esta había sido la respuesta de Elías en el Primer Libro de Reyes para aquellos que habían rechazado a Dios. Pero Jesús tiene otros planes. Jesús viene a mover los corazones hacia Dios, no a destruirlos en una bola de fuego, aunque esto es lo que muchos cristianos quieren hacer hoy con los enemigos de Cristo y su Iglesia. A diferencia del pasaje de la primera lectura donde Elías le permite a Eliseo despedirse de sus padres, aquí en el evangelio, Jesús responde “deja que los muertos entierren a sus muertos” a la misma petición. Seguir a Cristo requiere de una respuesta inmediata y total. Requiere una respuesta total, no un “espérame tantito, que ahora me divierto mucho” como inicialmente pensaba san Agustín. Requiere una respuesta total a todo lo que Dios nos enseña por su Iglesia, no un “yo no creo en esta y otra doctrina de de la Iglesia” porque me es muy incomoda. En esta semana consideremos el llamado de Dios, midamos el costo, y pidámosle a Dios nos dé la gracia de entregar todo para adquirir esta perla de gran valor que es el vivir en Cristo.
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